17 dic 2014

¿porqué nos recordarán nuestros alumnos?

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Educación: 19 razones por las que te recordarán tus alumnos
17/12/2013 Escrito por Santiago
A lo largo de nuestra vida son pocas las personas que nos han dejado una huella imborrable. Si volvemos la vista atrás y nos ponemos a pensar qué personas han mejorado o han transformado e incluso inspirado nuestras vidas, nos damos cuenta de que en muchas ocasiones se pueden contar con los dedos de una mano. Pero entre estos dedos estoy seguro que muchos de nosotros tenemos a algunos de los docentes que nos han impartido clases en nuestra infancia, juventud, adolescencia e incluso en nuestra vida adulta. Son profesores que nos han llegado muy adentro y a los que nos gusta recordar porque nos han hecho o nos han ayudado a ser lo que somos.
En este sentido el artículo de hoy quiere mostrados algunos de los aspectos que a mi modo de ver resultan imprescindibles si queremos formar parte de ese selecto grupo de personas que han transformado una vida.
1. Por tu vocación. Siempre he defendido la idea de que la docencia es una profesión claramente vocacional. Los docentes vocacionales son aquellos que no viven sólo de su trabajo, sino que hacen de su trabajo una parte esencial de sus vidas, porque viven la profesión día a día, sesión a sesión.
2. Por tu dedicación. Ser docente exige una enorme dedicación. Aquellos que entendemos la docencia como un modo de vida, somos conscientes de que nuestro oficio no acaba con las sesiones lectivas. Todo lo contrario. Muchas son las horas que pasamos en nuestras casas y en nuestros centros intentando ser mejores docentes, reinventándonos y formándonos constantemente.
3. Por tu proximidad. Para mí la cercanía de un docente con sus alumnos es un factor fundamental a la hora de dejar nuestra huella en esta profesión. Y reconozco que no es algo fácil. En mi caso creo que debemos ser personas cercanas y accesibles y hacer ver a nuestros alumnos que les acompañamos en su proceso de enseñanza-aprendizaje.
4. Por tu empatía. No hay profesor que deje huella en sus alumnos que no sea empático. Tener la capacidad de ponerse en la piel del otro es una cualidad que desde siempre he valorado enormemente en esta profesión. De hecho, ser empático tiene mucho que ver con ser cercano y accesible. 
5. Por saber escuchar. Los profesores que no se olvidan son aquellos que no oyen, sino que escuchan. El buen docente es aquel que en lugar de oír a sus alumnos es capaz de escucharlos, y de escucharlos de forma activa, mirando al alumno a los ojos, dejando lo que estaba haciendo para centrarse en ese alumno, asintiendo con la cabeza para demostrarle que lo que ese alumno le está diciendo a nosotros nos importa tanto como a él.
6. Por ser resilente. Es inevitable que a lo largo de nuestra trayectoria como docentes nos hayamos topado en algún momento con algún hecho que ha afectado negativamente a un alumno o a un grupo. La enfermedad, la marcha de un compañero, la pérdida de algún amigo, la muerte de un familiar… Son momentos en los que los docentes debemos mostrar más que nunca nuestra capacidad de ser residentes, de mostrar nuestra capacidad de poder superar entre todos los momentos difíciles, hacerles frente y hacerlo con la mayor honestidad posible. El buen docente hace de estas circunstancias una gran oportunidad para enseñar a sus alumnos lo que la vida les deparará fuera de las paredes de un aula.
7. Por dar ejemplo. En muchas ocasiones no somos conscientes de la influencia que ejercemos en nuestros alumnos.  Son muchos los momentos que pasamos con ellos. Es por ello que debemos tener muy en cuenta en todo momento que nuestra forma de ser, de vestir, de ver el mundo, de comportarnos debe ser en todo momento ejemplar, porque de nuestros actos se nutrirán muchos de nuestros alumnos en un futuro.
8. Por ser amable. Siempre he tenido claro que nunca hay que enseñar desde el miedo, sino desde el respeto y la amabilidad. Muchas veces enfocamos de una forma errónea lo que se enciende por respeto. El respeto se puede enseñar de muchas formas, y la más efectiva se centra en cómo tratamos nosotros a nuestros alumnos. Si enseñamos desde el miedo, no nos ganaremos su respeto, sino su miedo. Por el contrario, si somos capaces de enseñar desde la cortesía y la amabilidad, les daremos a conocer una pauta de actuación que les servirá también fuera de su centro escolar.
9. Por ser divertido. Siempre les digo a mis alumnos que nunca hay que reírse de, sino reírse con. Siempre he defendido la risa y la diversión como un arma tremendamente efectiva a la hora de enseñar. La diversión en el aula, el saber reírse con, es una forma de rebajar la tensión en el aula, de realizar una transición entre una actividad y otra, de crear un clima de trabajo distendido, de conocernos mejor entre todos. Se puede y se debe enseñar divirtiendo.
10. Por enseñar a aprender. Cada vez tengo más claro que los docentes estamos en las aulas no para enseñar, sino para que nuestros alumnosaprendan a aprender. Fomentando el trabajo cooperativo lo que haremos es sustituir la clase magistral en la que sólo el docente enseña, por una clase cooperativa, en la que todos aprendemos de todos, empezando por nosotros mismos.
11. Por ser creativo. Think different fue el eslogan que la compañía Apple lanzó en 1977. Es un eslogan que me gusta tener presente en mis clases, porque simple he defendido la idea de que siendo creativos, podremos enseñar a nuestros alumnos a ser diferentes a ser especiales a ser ciudadanos excepcionales. 
12. Por saber adaptarse. Los docentes vamos superando curso académico tras curso académico. Vamos haciéndonos mayores, pero nuestros alumnos siempre tienen la misma edad. Es por ello que resulta fundamental que con el paso de los años tengamos la capacidad de adaptarnos a los que nos pide la sociedad, porque esta adaptación nos permitirá entender y conectar mucho mejor con nuestros alumnos.
13. Por ser coherente. Todos sabemos el sentido de la justicia que tienen nuestros alumnos. Pues bien, este sentido de la justicia también debe aplicarse a nuestro día a día en las aulas. Creo que no hay mejor forma de ganarse el respeto de nuestro alumnos que no sea siendo coherentes con lo que somos y lo que transmitimos.
14. Por saber integrar. No existe una Educación que no pase por la defensa de una Educación Inclusiva. Y no hay docente que sea capaz de dejar huella que no sea sensible a la defensa de una Escuela en la que todos los alumnos, sin excepciones, tienen cabida. Porque incluso de ellos nosotros tenemos mucho que aprender.
15. Por saber inspirar. Si enseñamos a aprender, entonces seremos capaces de inspirar. Y si somos capaces de inspirar, será entonces y sólo entonces cuando dejemos una huella imborrable en nuestros alumnos.
16. Por no rendirse. Muchos son los días que no nos planteemos por qué hemos elegido esta profesión. El desgaste físico y emocional es enorme y nos hace plantearnos si hemos elegido correctamente. Yo os digo que dudar de nuestra profesión es un aspecto enormemente positivo, porque la duda al final nos hace más fuertes y nos da la convicción  de que somos una pieza clave para cualquier pueblo, para cualquier sociedad.
17. Por motivar. Hay una expresión que me gusta mucho aplicar en mis sesiones lectivas y es la del refuerzo positivo incondicional. Creo que motivar a nuestros alumnos pasa por explotar al máximo sus capacidades. por transmitirles seguridad, por hacerles creer ni que sea por un instante que ese es su momento, que son especiales. Dad a vuestros alumnos gratitud y os la devolverán por duplicado.
18. Por recordar. No hay buen profesor que se precie que no tenga buena memoria. Recordar los pequeños detalles, las anécdotas, las confidencias que nos han transmitido nuestros alumnos tiene un enorme valor para ellos y debemos ser capaces de aprovecharlo para calar en sus corazones.
19. Por orientar. Este apartado va dirigido especialmente a los tutores que con su esfuerzo y dedicación se entregan a sus tutorandos. La acción tutorial es un elemento clave a la hora de mostrar lo mejor de nosotros, de demostrar lo mucho que nos importan nuestros alumnos. La tutoría se ha convertido en una oportunidad excelente de tender puentes entre la Escuela y la Familia y los tutores somos la pieza clave para que en este puente los alumnos puedan caminar desde la ayuda y la confianza.

14 dic 2014

Platero y yo

Cien años, ese es el tiempo que ha pasado desde que el poeta Juan Ramón Jiménez regaló al mundo una de sus obras más populares, «Platero y yo». Y es que esta historia –que cuenta la vida y muerte de un burro plateado al que su dueño ama con locura- ha conseguido enternecer a una buena parte del mundo. No en vano es es el tercer libro más traducido a diferentes idiomas después de la Biblia El Quijote.


" Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. 

Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal... 

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel... 

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra... Cuando paseo sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: 
- Tien’ asero... 
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo. "

Juan Ramón Jiménez